Me he estado debatiendo sí que son más difíciles
las bienvenidas o las despedidas. Los proyectos que comienzan siempre aspiran a
futuros magníficos o sueños eternos llenos de éxito, famosa condena expresada
en nefastas voces políticas. En cambio cuando algo se rompe, cuando termina; la
destrucción y su muerte es meritoria del fracaso, el llano, las despedidas,
infamias y opiniones de diario del lunes.
No puedo, de ninguna manera y bajo ningún
pretexto, darme el lujo de ninguna de esas opciones.
Estoy compuesto y colmado de relatos; tan
siniestros como elegantes de galera y bastón, con los pies llenos de barro.
Estos relatos serán tan reales como distantes
del mundo en el que vivo, de mi universo y esos pequeños fragmentos de luz,
esas piedras maravillosas que brillan e iluminan mis días, esa melancolía de
rincones oscuros, algunos rayos finitos e infinitos de esperanza, un poco amor
de cartón o cartulina, espejos pulidos con bruma espesa como espuma de cerveza
o tal vez como la de un café, gritos de goles, de goles en contra, de poemas de
amor, de música ajena y desentonada.
Y así será que bailando en ese candombe,
juntando esa amalgama daré cuenta de lo que veo, de cómo lo veo.
Y si es final o es principio, el tiempo lo dirá.
Yo, como lo dijo Fito, vengo a ofrecer mi corazón.
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