“El
hábito hace al monje” dicho popular que hace del disfraz toda una virtud y el
siguiente caso no es una excepción.
El
señor López se levanta por las mañanas y apaga el despertador siempre cinco
minutos antes de que este suene. Se sienta en un costado de la cama y clava su
mirada perdida, profunda, atónita ante la blancura de la pared o el picaporte
de la puerta. Allí espera que suene el despertador para apagarlo y refregarse
la cara con ambas manos, bufando aire matinal. Prefiere sentir el frio del piso
con sus pies desnudos, piensa que así se conecta mejor con la inmensidad del
mundo en el que se mueve; desea sentirse grande, y a la vez saber que es
pequeño. El hormigueo recorres sus pies cuando a paso lento se dirige hacia la
cuarto de baño. Odia por sobre todas las cosas tener contacto con el agua fría
al lavarse la cara, aunque sabe que eso lo despabila mejor. La furia dura unos
segundos, hasta volver a entrar en calor. Cepilla sus dientes con armoniosa
tranquilidad y luego enjuaga sus fauces. Hace sus necesidades y mira de reojo
alguna revista o librito que hay en el baño piensa que podría leer algo que lo
transporte lejos de la tortura, un viaje al extranjero tal vez, pero no se
atreve a tocar nada. Vuelve a la habitación, mira la cama revuelta, las
nervaduras de las sabanas. Ve la figura perfecta de su propio cuerpo inerte en
las noches. Sabe que hay mejores formas de dormir, pero también de despertar. Abre
el placar aletargado buscando un par de pantalones. Encuentra unos grises,
perfectamente doblados y planchados. Pero toma unos negros, los mismos que
vistió el día anterior, la vida anterior. Se viste, y busca los zapatos
perfectamente conservados, llenos de polvo. Viaja al inframundo para atarlos y
regresa de pie. Vuelve al placar y observa las corbatas. Debe elegir una:
verde, roja, negra, a rayas, azul, gris, con lunares, lisa, marrón; no se
decide rápido. Piensa en tomar la misma del día anterior, pero cambia de
parecer. Toma una que pensaba usar, la última tal vez, la anuda a su cuello y
se deja caer.