viernes, 22 de diciembre de 2017

El Rey del Desierto






Él estaba sentando encima de una duna gigante tapado con un harapo lleno de agujeros producidos por las polillas, antes pareció ser un poncho. Sus rodillas llegaban a la altura de la cabeza y con su brazo derecho formaba una especie de letra “ele” en donde reposaba su cabeza. Su mano izquierda acariciaba la arena, le hacia rulitos, rayitas, algún dibujo también. Tomaba puñaditos y se la arrojaba a los pies y contaba los segundos que tardaba en escabullírsele. Su cabellera corta se mecía por el viento tibio que arrastraba granitos de arena. Contemplativo ante el sol del medio día, asomaba su mirada quemada por el calor apreciando su reino. El efecto del sol sobre las dunas parecía hacerlas ondear como si fuesen olas. Él distraído y cabizbajo vio una nube en el horizonte, a lo lejos saliendo de entre las montañas y pensó “ojalá que no llueva o florecerá la tierra”.